lunes, 13 de julio de 2020

Mayo. 2 articulillos


Nuestro parecerHaga usted la prueba. Por ejemplo, escriba en Facebook: “Nada como los libros en papel, los eBooks no tienen alma”. O todo lo contrario: “No entiendo cómo todavía hay gente que viaja o se va a la playa cargando libros físicos”. Una vez escrita la frase, espere unos segundos. Los comentarios irán llegando poco a poco. Se nos hace difícil no expresar nuestro parecer, no compartir nuestra experiencia. Esta adicción –dejar constancia de lo nuestro: gustos, manías, miedos– necesita poca cosa para manifestarse. Recuerdo que en clase de francés, hace años, la profesora nos hizo una pregunta. “¿Dónde pasaríais vuestras vacaciones, en Islandia o en Brasil?”. Yo me decanté por el país nórdico; en aquellos momentos, se me antojó más sencillo defender esa opción. Mi escaso vocabulario en francés contenía palabras como “nieve”, “soledad”, “isla” o “frío”. Mi respuesta sorprendió a muchos. Recuerdo que mi compañero de mesa me preguntó: “¿De verdad? ¿Estás loco?”. Mi locura, lo supe después, residía en mi no necesidad de dejar constancia de mis inclinaciones sinceras. Ni por un segundo me planteé abrir mi alma, compartir mis pensamientos. Lo curioso del asunto es que si usted, por ejemplo, escribe en Facebook que odia los libros digitales, lo más probable es que termine involucrado o provocando alguna trifulca. Nos suele molestar que la gente no piense como nosotros. UH, 05/05/20


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Realidad aparcada
Dos semanas antes de decretarse el estado de alarma, una lectora me escribió para denunciar la situación por la que pasan muchos jóvenes doctorados. Me habló del caso de su hija. La joven, a la que llamaremos Muriel, estudió Biología en la UIB. Obtuvo diferentes becas a lo largo de su carrera. Una vez finalizada, preparó su tesis doctoral. Hicieron falta muchos codos y euros para sacarla adelante. Entonces la madre pensó que todos los sacrificios padecidos habían valido la pena. Ella, la madre, después de deslomarse durante años limpiando casas ajenas, veía como a su niña se le abría un mundo de posibilidades. Pero realidad y expectativas no acostumbran a hacer buenas migas. Muriel tuvo que ver cómo, pese a las alabanzas, siempre aparecía otro candidato que, sin estar tan preparado, se acababa llevando el premio. La meritocracia, qué duda cabe, nunca ha sido nuestro fuerte. Cada desplazamiento infructuoso a una nueva entrevista suponía un duro golpe al bolsillo y la moral. La madre, indignada, decidió escribirme para denunciar la situación. Esta es la realidad que habíamos dejado aparcada por el coronavirus. Y poco a poco regresamos a ella.

uh, 19/05/20