martes, 8 de diciembre de 2009

Odio a Cristiano


Cristiano Ronaldo es víctima de su propia belleza. Lo vuelve atractivo y a la vez odioso. Podemos perdonarle su peinado, incluso su prepotencia y su forma de vestir, pero no podemos perdonarle, bajo ninguna circunstancia, que sea bello. Todos, con diez años, quisimos ser Ronaldo, por eso sólo podemos odiarlo, despreciarlo con todas nuestras fuerzas, hablar pestes de él. Odio a Cristiano, entiendo que todo el Nou Camp lo abuchee cada vez que toca el balón. No es para menos. Por el contrario, los ídolos del Barça son simpáticos, buena gente, es decir, del montón o abiertamente feos. Pienso en Xavi, en Iniesta, en Messi. El triunvirato del buen fútbol. El triunfo de la excelencia. No pueden caer mal. Ni al madridista más acérrimo. Incluso cuando Andresito manda callar a Ronaldo cae bien. Son producto de la casa, son los frutos del trabajo bien hecho. Humildes y sensatos. Bajitos. Lo han ganado todo y siguen siendo humildes y sensatos. También siguen siendo bajitos, claro. Nadie, con diez años, sueña con ser Iniesta y, sin embargo, son muchos los que opinan que el Balón de Oro debiera haber ido a parar al de Fuentealbilla. Pero no pasa nada. Hernández e Iniesta han quedado en tercer y cuarto puesto. Un triunfo blaugrana, el reconocimiento mundial al mejor fútbol. Papá Guardiola los mira y aplaude. Al igual que Ronaldo, Guardiola es guapo, pero se trata de otro tipo de belleza. Digamos que se trata de una belleza menos agresiva, más asumible, producto de La Masía. No rezuma prepotencia. La prepotencia viene de Madrid, no de Barcelona. De Barcelona nos llega el victimismo. Pero las cosas cambian, al menos en fútbol. De política hablamos otro día.

UH, 08/12/09